Querer ser nada

Este artículo aboga por los que sin estar al margen de las etiquetas, nos da igual la que nos cuelguen.

Hace poco andaba yo dándole vueltas al tema del arte y la artesanía.
Pertenezco a una comunidad autónoma en la que desde los estamentos oficiales se valora desmesuradamente la industrialización-producción, la firma de autor (“very important”) , da igual que el producto sea de plástico, manufacturado en Taiwan, o lo que sea, lo que vale es que el nombre sea conocido,  la firma vende y da prestigio.

O sea, parecer ser que una artesano/a no puede crear, diseñar, idear, imaginar … eso lo tiene que hacer alguien por ellos, si no, no vale; alguien con título, con padrinos y que ayude a quedar bien a quien lo ha contratado; es como si ambas aptitudes, el diseño y la realización del mismo, no pudieran pertenecer al mismo individuo, es más, creo que la capacidad de muchas artesanos/as de diseñar y crear, no está en manos de muchos diseñadores que precisan de alguien que les materialice sus ideas, con el agravante de que una cosa es la teoría, que de eso los teóricos saben mucho, y otra la práctica que para ello las artesanos/as son especialistas.

Pero sigamos;  a la persona artesana de a pie, se le ayuda muy poquito, a no ser que quien te ayude y bajo el título de arte o artesanía rellene un espacio que sirva para promocionarse, sacar partido o rellenar impresos; sin embargo las necesidades de la artista o artesana siguen siendo nuestras necesidades y no  las de la comunidad.

Con el artista pasa tres cuartos de lo mismo, ayudarle no se le ayuda a no ser que sea rentable, entonces tienes que trabajar como un/a chino/a para que marchantes, galerías y espacios alternativos puedan ganar algo con tu obra, ya sea por el alquiler de la sala (que no es moco de pavo), por el tanto por ciento de obra vendida o, ojo al dato, “regalando” una obra en el caso que hayas vendido alguna pieza.

Por suerte de vez en cuando aparece alguien,  llamémosle empresa, persona o entidad con el que se establece cierta relación de necesidad y ayuda mutua, pero son tan pocas las ocasiones que realmente te sientes un ser privilegiado cuando te encuentras en estas circunstancias.
Imagino que antiguamente los oficios cumplían una función muy determinada y concreta, abastecer al pueblo de los artículos necesarios para la vida cotidiana : alfareros, cesteros, tejedores, tapiceros, sastres…

Actualmente en nuestra sociedad hay “overbooking” de oferta, por suerte en el bando de la demanda hay quienes “padecen” cierta sensibilidad y valoran el trabajo artesano, la pieza única o la mini producción.

Pero volvamos  al tema en el que andaba yo dando vueltas. Pertenezco a una asociación de artesanos como lo podría estar en una de artistas no siento que mi trabajo se valore o desvalore por ello, sin embargo veo que hay cierta reticencia por parte de los artistas de mezclarse con artesanos, ¿porque será ?

Hace poco me  di cuenta de que realmente me es indiferente el nombre que le pongan a lo que hago. Cuando un particular, una tienda, ya sea de un museo o no, de diseño o de artesanía me compra el producto que hago, siento que se valora mi trabajo. Cuando lo que hago es tema de conversación, ya sea por los diseños, por la técnica que utilizo,  por las posibilidades que tiene,  siento mi labor reconocida. Cuando  los días pasan y sigo teniendo ganas de encerrarme en mi taller y trabajar, me siento privilegiada.

Ser artista o artesana es una opción de vida y supone una actitud determinada frente a ella.
Yo he tomado esta opción, con sus pros y sus contras ; por eso me cuelguen la etiqueta que me cuelguen no va hacer cambiar ni mi  sensibilidad, ni mi creatividad, ni mi actitud,  ni mis objetivos .

Por eso también, de mayor lo que quiero ser es ………….. NADA.
Gracias…Saludos.

Tat /1999

(Articulo escrito para una revista de artesania  que nunca fué publicado)

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